El golpe de Estado en Honduras demuestra que una vez se den las condiciones históricas se rompe, por la fuerza, cualquier orden constitucional. Todo golpe tiene dos componentes: la conspiración, que contiene el elemento operativo para derrocar al gobierno y, una vez logrado esto, el montaje de un orden diferente.
El golpe de Estado es en realidad contra un gobierno, no siempre contra un régimen y mucho menos contra un estado, en ocasiones es una maniobra contra un presidente y contra la política de ese presidente. En todo caso, el éxito del golpe se mide por la capacidad de desmontaje del antiguo orden y del montaje del nuevo y se puede fallar tanto en su parte conspirativa como en la construcción de lo nuevo o diferente.
La conspiración nace en la sociedad, así ocurre generalmente, luego acude a los cuarteles y toma una forma cuartelaría, pero tendrá siempre una naturaleza política.
El golpe Hondureño del 28 de junio, resulta ser sui generis, porque los tres poderes del estado: Judicial, Legislativo y Ejecutivo dieron el golpe contra el gobierno de Manuel Zelaya, aquí gobierno es el gabinete de gobierno dirigido por el presidente y la fuerza armada, como parte del ejecutivo, es el instrumento de fuerza del acontecimiento.
El objetivo estratégico del golpe fue el de impedir la consulta popular para una Asamblea Constituyente, ésta y no la presunta reelección del presidente Zelaya fue la llama más quemante para los golpistas porque el poder político en Honduras, siendo de naturaleza oligárquica, establece, constitucionalmente, un papel especial para las Fuerzas Armadas y así, éstas tienen más de 10 atribuciones, no son dirigidas por el Presidente de la República y su comandante en jefe es electo por la Asamblea Legislativa para un periodo de 5 años, el Presidente solo otorga grados militares de los subtenientes hasta capitanes y la producción, comercialización y distribución de materiales de guerra dependen de la Fuerza Armada, cualquier reforma a la constitución ha de alterar, probablemente, esta estructura de poder y aunque tanto el referéndum como el plebiscito son figuras constitucionales en Honduras, a diferencia de El Salvador donde no existen, su ejercicio es infrecuente.
En todas las constituciones existen, supuestamente, mecanismos jurídicos para cesar a un presidente (ver el Art.131 Nº 20 CR), en Honduras, sin embargo, se agotaron los tiempos y llegó el día de la convocatoria a la consulta; por eso tuvieron que sacar al Presidente de la cama y en pijama echarlo del país; después para configurar la inhabilitación la Asamblea Legislativa tuvo que inventar la renuncia del Presidente.
Esta es una maniobra política y no una maniobra legal, en la primera la ley sirve a la política y en la segunda la política sirve a la ley, y sin embargo esta relación entre lo poético y lo legal es lo que ha llevado a los golpistas al total aislamiento internacional y al total enfrentamiento con el pueblo hondureño.
En la coyuntura han sido barridos los partidos liberal y nacional y ha surgido como sujeto histórico el Movimiento Popular Hondureño, la misma Iglesia Católica ha quebrantado, dolorosamente, tanto su ecuánime parcialidad como sui parcialidad ecuánime. A partir de que las fuerzas estratégicas están en la resistencia interna a los golpistas y a su gobierno de facto, la comunidad internacional, OEA incluyendo a Washington y la Unión Europea han cercado, política y económicamente a los golpistas.
Honduras resulta estratégico en Centro América, y la inestabilidad no es el mejor ambiente para nadie y por eso, de la mano de la Casa Blanca los golpistas se abren al diálogo con quien ellos no consideran Presidente pero es el interlocutor válido, esto es de ciencia ficción porque ningún golpista victorioso dialoga con el hombre que ha derrocado, al que persiguen judicialmente y al que no dejan entrar a su territorio.
Por supuesto, que la condición mínima de solución que es el retorno de Zelaya a su cargo, no comprende, inicialmente, a su programa político, pero sí a un adelantamiento de las elecciones de noviembre, sin consulta ciudadana y con la legitimación del orden constitucional restablecido. El candidato Elvir Santos, del partido de Zelaya sería el ganador y aparentemente en Honduras solo quedarían la sangre en las calles, el eco cautivo de los disparos, el polvo revuelto de los caminos y la greña enredada de la protesta popular, pero esto solo sería aparentemente.
Dagoberto Gutiérrez
El golpe de Estado es en realidad contra un gobierno, no siempre contra un régimen y mucho menos contra un estado, en ocasiones es una maniobra contra un presidente y contra la política de ese presidente. En todo caso, el éxito del golpe se mide por la capacidad de desmontaje del antiguo orden y del montaje del nuevo y se puede fallar tanto en su parte conspirativa como en la construcción de lo nuevo o diferente.
La conspiración nace en la sociedad, así ocurre generalmente, luego acude a los cuarteles y toma una forma cuartelaría, pero tendrá siempre una naturaleza política.
El golpe Hondureño del 28 de junio, resulta ser sui generis, porque los tres poderes del estado: Judicial, Legislativo y Ejecutivo dieron el golpe contra el gobierno de Manuel Zelaya, aquí gobierno es el gabinete de gobierno dirigido por el presidente y la fuerza armada, como parte del ejecutivo, es el instrumento de fuerza del acontecimiento.
El objetivo estratégico del golpe fue el de impedir la consulta popular para una Asamblea Constituyente, ésta y no la presunta reelección del presidente Zelaya fue la llama más quemante para los golpistas porque el poder político en Honduras, siendo de naturaleza oligárquica, establece, constitucionalmente, un papel especial para las Fuerzas Armadas y así, éstas tienen más de 10 atribuciones, no son dirigidas por el Presidente de la República y su comandante en jefe es electo por la Asamblea Legislativa para un periodo de 5 años, el Presidente solo otorga grados militares de los subtenientes hasta capitanes y la producción, comercialización y distribución de materiales de guerra dependen de la Fuerza Armada, cualquier reforma a la constitución ha de alterar, probablemente, esta estructura de poder y aunque tanto el referéndum como el plebiscito son figuras constitucionales en Honduras, a diferencia de El Salvador donde no existen, su ejercicio es infrecuente.
En todas las constituciones existen, supuestamente, mecanismos jurídicos para cesar a un presidente (ver el Art.131 Nº 20 CR), en Honduras, sin embargo, se agotaron los tiempos y llegó el día de la convocatoria a la consulta; por eso tuvieron que sacar al Presidente de la cama y en pijama echarlo del país; después para configurar la inhabilitación la Asamblea Legislativa tuvo que inventar la renuncia del Presidente.
Esta es una maniobra política y no una maniobra legal, en la primera la ley sirve a la política y en la segunda la política sirve a la ley, y sin embargo esta relación entre lo poético y lo legal es lo que ha llevado a los golpistas al total aislamiento internacional y al total enfrentamiento con el pueblo hondureño.
En la coyuntura han sido barridos los partidos liberal y nacional y ha surgido como sujeto histórico el Movimiento Popular Hondureño, la misma Iglesia Católica ha quebrantado, dolorosamente, tanto su ecuánime parcialidad como sui parcialidad ecuánime. A partir de que las fuerzas estratégicas están en la resistencia interna a los golpistas y a su gobierno de facto, la comunidad internacional, OEA incluyendo a Washington y la Unión Europea han cercado, política y económicamente a los golpistas.
Honduras resulta estratégico en Centro América, y la inestabilidad no es el mejor ambiente para nadie y por eso, de la mano de la Casa Blanca los golpistas se abren al diálogo con quien ellos no consideran Presidente pero es el interlocutor válido, esto es de ciencia ficción porque ningún golpista victorioso dialoga con el hombre que ha derrocado, al que persiguen judicialmente y al que no dejan entrar a su territorio.
Por supuesto, que la condición mínima de solución que es el retorno de Zelaya a su cargo, no comprende, inicialmente, a su programa político, pero sí a un adelantamiento de las elecciones de noviembre, sin consulta ciudadana y con la legitimación del orden constitucional restablecido. El candidato Elvir Santos, del partido de Zelaya sería el ganador y aparentemente en Honduras solo quedarían la sangre en las calles, el eco cautivo de los disparos, el polvo revuelto de los caminos y la greña enredada de la protesta popular, pero esto solo sería aparentemente.
Dagoberto Gutiérrez
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