Con mentiras se pavimenta el camino al infierno

Salvador Ventura

En este ya largo rebatir con ideas y argumentos los ataques extremistas del director de El Diario de Hoy, hemos dicho que nadie discute que el hombre o la mujer carezcan del derecho para conocer aquellas cosas que les son necesarias para su desarrollo, conocimiento y en fin para la obtención de la felicidad. El problema se circunscribe a apreciar sobre qué es lo indispensable conocer, cómo se trata de vender e imponer conceptos.

En forma substancial puede definirse el fanatismo y la amargura senil de Altamirano como una contienda entre la razón y la terquedad, entre el bien y el mal, la tolerancia y la inflexibilidad, la paz y la justicia social, contra la barbarie y la injusticia.

En su editorial del lunes 29 de diciembre de 2008, afirma temerariamente que “los salvadoreños irán libremente a las urnas en enero y marzo entrantes, pero esa será la última vez que lo hagan si ganan los comunistas. Un movimiento de sicópatas que no vaciló en lanzar una guerra que costó casi cincuenta mil muertos y causó una espantosa destrucción no va a soltar el poder ni vacilará en echar mano de la violencia para mantenerlo…”

En torno a tales falacias algunas consideraciones preliminares:
1. El FMLN es un partido político legalmente inscrito, luego de firmado el Acuerdo de Paz, en Chapultepec, México, en enero de 1992; entregó las armas y ha venido participando en elecciones para diputados, concejos municipales y presidenciales. En todos los comicios ha mostrado respeto a las leyes de la república, a las normas establecidas por el Código Electoral, a los principios vigentes de la incipiente democracia y al veredicto del pueblo salvadoreño.
2. El FMLN no hizo la guerra como un movimiento aislado, contó con el apoyo de la población, sobre todo, de los más humildes, marginados y reprimidos de esta sociedad, donde precisamente extremistas como usted se ufanan en festejar “las libertades de que gozamos”.


El conflicto armado se produjo por el agotamiento de espacios políticos, por la carencia de “esas libertades” democráticas, por la explotación, la opresión y la miseria de las mayorías poblacionales.

Aquí teníamos una sociedad totalmente militarizada (los militares eran presidentes de la ANDA, ANTEL, Cuerpo de Bomberos, Administración de Correos, Seguro Social, Transporte Terrestre, CEPA, desde luego, ocupaban cada cinco años la Presidencia de la República), en síntesis, la Fuerza Armada era el aparato de dominación de la oligarquía. ¿Habrá fuera de usted señor director una persona sensata que se atreva a rechazar estas verdades?

De acuerdo con su extraña manera de pensar en este país no “hay nada que cambiar”, todo es bueno, hay empleos, un modelo económico que brinda beneficios a todos, un sistema educativo y de salud de lo mejor, una producción y productividad agrícola eficiente, libertad de expresión, de prensa y de tránsito “para todos los salvadoreños” y paremos de contar. Si todo es perfecto, dígame ¿por qué los salvadoreños se van del país a un promedio de 800 a 900 diarios? ¿Cuáles son las causas que provocan la creciente delincuencia y esa vorágine de violencia que diariamente cobra la vida de diez a doce compatriotas? Si el agro es altamente productivo ¿por qué son tan caros los frijoles, el maíz, el arroz, las frutas y toda esa variedad de verduras? Hace apenas unos cinco años la piña costaba un colón de aquellos tiempos, los aguacates eran casi regalados, ahora esos productos se cotizan a $1.50 y $1.00, respectivamente.

La injusticia que priva en el país se pierde en la larga noche de la ignominia, usted que se precia de “culto”, de “lector insaciable”, de conocedor de muchas civilizaciones pasadas y presentes, deténgase un instante en la breve historia de nuestra patria, lea lo poco que se ha escrito sobre la tenencia de la tierra, sobre la expropiación de los ejidos municipales, sobre la concentración insultante de las mejores tierras de El Salvador en pocas manos.

Lea a David Browning o "Los Fundamentos Económicos de la burguesía salvadoreña", de Eduardo Colindres. La opresión, la marginación, la pobreza extrema no es culpa de “la destrucción y envilecimiento de la moral pública causados por la agresión roja durante los ochenta”, como afirma superficialmente en ese su afán permanente de manipular y tergiversar la historia.

Los cambios sociales y el derecho a la información corren parejos. Usted tiene temor a un nuevo gobierno sobre todo de posiciones de izquierda, aunque no produzca las necesarias y profundas transformaciones que requiere esta sociedad, porque se comenzaría a poner orden administrativo, sobre todo con una urgente reforma fiscal para que paguen impuestos los empresarios acostumbrados a evadirlos; una austeridad en la administración pública que evite el despilfarro en propaganda y publicidad de obras gubernamentales y, desde luego, un combate frontal a la corrupción, empezando por impulsar reformas y cambios en la Corte de Cuentas y en la Fiscalía General de la República.

Su medio de publicidad, señor director, tendría que informar de todas esas transformaciones, de los ajustes de cuentas a los evasores de impuestos y trasladar las noticias con total transparencia a los salvadoreños. Pronta y cumplida justicia. Información veraz y en el tiempo justo.
El periodismo debe estar al servicio de la justicia, de la verdad y ser totalmente imparcial.

Los salvadoreños necesitan saber como se manejan los dineros del pueblo, como trabajan sus gobernantes. En la mitad del siglo XX el hombre conquistó el espacio; pero no ha conquistado el tiempo. Es deber del periodismo serio y profesional informar con amplitud, con criterio y sin manipulaciones de ningún tiempo.

¿Le teme a estos cambios, señor Altamirano? Bueno y no es usted el que habla de “lo que fundamenta las sociedades libres es la tolerancia enmarcada en un orden racional de leyes y basado todo en libertades cívicas y personales…” De que hablamos entonces. Para usted solamente existe su verdad, su peculiar forma de sentir y pensar. Mientras las leyes no toquen sus intereses, todo está bien, el gobierno es democrático y garante de “libertades cívicas y personales”; cuando se revisan facturas y declaraciones de renta y pago de impuestos, entonces es “un gobierno interventor”, “comunista” y forma parte de “una banda armada”.

Su extremismo ideológico lo conducen permanentemente a la incoherencia, pues por un lado sostiene que “aquí hemos avanzado en materia de libertades, civismo y democracia”, en “productividad y producción”; pero por otro admite que “como país nos falta mucho para contar con instituciones fuertes, erradicar la pobreza y acabar con la violencia”; a renglón seguido dice que todo es culpa de la agresión roja”. El agua no moja verdad señor Altamirano.

No sólo ese botón de muestra, también dice que los que “proponen el cambio son muy capaces de destruir, meter miedo y forjar alianzas con grupos de terror y delincuentes…”; y ¿no fue usted uno de los fundadores y patrocinadores de los Escuadrones de la Muerte, antes y durante el conflicto armado, según la Comisión de la Verdad? ¿Quiénes son los que actualmente infunden miedo con las campañas sucias y la propaganda negra? ¿ Y no es la oligarquía, el gobierno y ARENA los que han contratado terroristas y delincuentes venezolanos para lanzar toda clase de inmundicias contra la población salvadoreña?

¿Para qué queremos en El Salvador “medios independientes” como el diario de hoy? Aquí se interpreta la libertad de prensa y de expresión de acuerdo con la tarifa publicitaria. Los límites están trazados por la pauta económica. Se respetan las leyes y las libertades públicas de acuerdo con determinados intereses.

Usted señor director se “llena la boca” hablando de que en El Salvador contamos con una prensa libre. Dice que los países socialistas “son inmensos y espantosos campos de concentración...”. Dígame: ¿somos también un país socialista? Porque aquí la mayoría de salvadoreños no tienen empleo, apenas cuentan con unos pocos centavos para alimentarse, los hospitales no tienen suficientes camas ni medicinas; somos uno de los países más violentos del mundo, de los últimos en inversión social, según las Naciones Unidas.

¿De qué prensa y libertades hablamos? Usted, lo digo por enésima vez, jamás ha publicado una aclaración enviada por la Embajada de Venezuela para refutar ataques y calumnias vertidas por usted y su medio de publicidad contra el gobierno democrático del comandante Hugo Chávez, un estadista que ya quisiéramos nosotros tener. Lo mismo ocurre con la familia Duarte, a cuyo presidente de la Democracia Cristiana, usted atribuye de la forma más vil y vergonzosa los desastres económicos y financieros que estamos padeciendo. En Cuba, país y gobierno que usted detesta por su extremismo ideológico y amargura, la educación y la salud son gratuitos, no hay niños pidiendo limosnas en la calle ni nadie se muere de hambre. Un poco de dignidad de ese heroico pueblo sería bien recibido por los salvadoreños.

Hace siglos (44 a. C.) Julio César, emperador romano, al cruzar el Rubicón dijo: “La suerte está echada”. A todos los energúmenos, a los testaferros, a los mercenarios, a los plumíferos, a los mercaderes de la palabra, a los extremistas y dinosaurios de la prehistoria, les decimos que el pueblo salvadoreño ha tomado una decisión hace más de cuatro meses: la de sacar a ARENA del gobierno (tal como pronosticó el tránsfuga de Arturo Zablah) y comenzar a transitar la senda del progreso.

Por más campañas de terror y propaganda negra que impulsen, no podrán con la fuerza telúrica de este pueblo decidido por las vías pacíficas que la misma ley le señala a llevar a la silla presidencial a Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén. Esta es la voluntad soberana de las mayorías poblacionales.