Dagoberto Gutiérrez
Capitalismo regulado, capitalismo inteligente y hasta capitalismo humano son algunos de los calificativos que está recibiendo el capitalismo salvaje neoliberal en cuidados intensivos actualmente.
Por supuesto que la reunión ampliada a realizarse en noviembre en Washington para discutir el tema recibirá, previsiblemente, insumos diferentes y hasta enfrentados a la voluntad y necesidades de la casa blanca, lo cierto es que en América, Asia y Europa los países, economías y políticas discuten el futuro y destino del capitalismo neoliberal, desde diferentes ópticas y realidades, resulta indicador del mundo en que vivimos que Brasil y México estén invitados al convite y no lo esté España como una economía supuestamente menos importante que la de estos dos países.
Estas reuniones de salvamento parten de la crisis del capital y de los mercados; pero sobre todo de la necesidad planetaria de liberarse de la tutela del capital estadounidense impuesta desde la segunda guerra mundial y afianzada por los acuerdos de Breton Wood, esto puede significar el inicio del fin de Estados Unidos como la superpotencia hegemónica y la configuración de un brusco viraje geopolítico, se trata de una alteración aparentemente inevitable, de la correlación de fuerzas y del equilibrio de poder ejercido en el planeta.
Se anuncia el fin de un orden mundial para que, desde el desorden se establezca un nuevo orden alternativo. Desde hace ratos se percibe una creciente presión para construir este nuevo juego de poderes en donde participen los nuevos y poderosos sujetos instalados en las ultimas décadas.
Se trata del fin del unilateralismo instaurado por George Bush y el retorno a un multilateralismo en donde, desaparecida la Unión Soviética, son: China, Rusia, India, Brasil los ineludibles protagonistas, junto con la Unión Europea y Estados Unidos, de un nuevo juego capitalista.
Para una parte muy grande de la población del planeta salvar al capitalismo significa condenar a los seres humanos y destruir al planeta, porque ni es esperable un capitalismo humano ni racional y por el contrario, el afán de la ganancia máxima que los caracteriza en su fibra esencial lo ha convertido en el factor negativo para la sustentabilidad de la vida y de las sociedades.
Es el reino del mercado total el que ha terminado, este Rey Midas dispuso extraer dinero del dinero sin tomar en cuenta ni la producción de bienes ni los servicios, hizo de la autorelación en tiempos de crisis, una especie de religión y globalizado dejó de dormir; evitó la influencia del estado en todo momento e hizo de este su siervo adorador y en los Estados Unidos Alan Greenspan, su sacerdote máximo, mantuvo los intereses bajos e indujo a millones a usar créditos que luego quebraron.
Este mercado ha colapsado y ahora, a contrapelo del deseo de los banqueros, el estado regresa como regulador porque ante la falta de crédito se mueve la solidez del sistema y ahora sin que sea una revolución política si no el mismo mercado aparece claro la necesidad de regular y controlar este poder que nunca debió desbocarse y amenazarnos a todos.
Pero los efectos apenas empiezan porque al subir los intereses por la inseguridad planetaria, los créditos se volverán más escasos y los consumidores aprenderán a comprar con prudencia y entonces las empresas sufrirán de falta de capital y, previsiblemente, reducirán la producción y de la misma manera el numero de trabajadores y trabajadoras.
Las exportaciones se reducirán, el dinero de las inversiones también escaseará y será necesario pensar y revisar las actuales políticas económicas; esto se puede hacer desde el capitalismo, como se hará en noviembre, para que los pobres paguen los costos y para que el dinero público de los estados financien al capital en crisis, se trata del cinismo más desbocado.
Se puede hacer desde los pueblos y desde la desconexión existente en Sur América en donde se construye un nuevo orden político y económico. Esto supone usar al mercado como instrumento, convertir al ser humano en el sujeto, defender a la naturaleza y hacer una economía que cuide la vida y los intereses de la mayoría, en fin una nueva sociedad y nueva vida.
Capitalismo regulado, capitalismo inteligente y hasta capitalismo humano son algunos de los calificativos que está recibiendo el capitalismo salvaje neoliberal en cuidados intensivos actualmente.
Por supuesto que la reunión ampliada a realizarse en noviembre en Washington para discutir el tema recibirá, previsiblemente, insumos diferentes y hasta enfrentados a la voluntad y necesidades de la casa blanca, lo cierto es que en América, Asia y Europa los países, economías y políticas discuten el futuro y destino del capitalismo neoliberal, desde diferentes ópticas y realidades, resulta indicador del mundo en que vivimos que Brasil y México estén invitados al convite y no lo esté España como una economía supuestamente menos importante que la de estos dos países.
Estas reuniones de salvamento parten de la crisis del capital y de los mercados; pero sobre todo de la necesidad planetaria de liberarse de la tutela del capital estadounidense impuesta desde la segunda guerra mundial y afianzada por los acuerdos de Breton Wood, esto puede significar el inicio del fin de Estados Unidos como la superpotencia hegemónica y la configuración de un brusco viraje geopolítico, se trata de una alteración aparentemente inevitable, de la correlación de fuerzas y del equilibrio de poder ejercido en el planeta.
Se anuncia el fin de un orden mundial para que, desde el desorden se establezca un nuevo orden alternativo. Desde hace ratos se percibe una creciente presión para construir este nuevo juego de poderes en donde participen los nuevos y poderosos sujetos instalados en las ultimas décadas.
Se trata del fin del unilateralismo instaurado por George Bush y el retorno a un multilateralismo en donde, desaparecida la Unión Soviética, son: China, Rusia, India, Brasil los ineludibles protagonistas, junto con la Unión Europea y Estados Unidos, de un nuevo juego capitalista.
Para una parte muy grande de la población del planeta salvar al capitalismo significa condenar a los seres humanos y destruir al planeta, porque ni es esperable un capitalismo humano ni racional y por el contrario, el afán de la ganancia máxima que los caracteriza en su fibra esencial lo ha convertido en el factor negativo para la sustentabilidad de la vida y de las sociedades.
Es el reino del mercado total el que ha terminado, este Rey Midas dispuso extraer dinero del dinero sin tomar en cuenta ni la producción de bienes ni los servicios, hizo de la autorelación en tiempos de crisis, una especie de religión y globalizado dejó de dormir; evitó la influencia del estado en todo momento e hizo de este su siervo adorador y en los Estados Unidos Alan Greenspan, su sacerdote máximo, mantuvo los intereses bajos e indujo a millones a usar créditos que luego quebraron.
Este mercado ha colapsado y ahora, a contrapelo del deseo de los banqueros, el estado regresa como regulador porque ante la falta de crédito se mueve la solidez del sistema y ahora sin que sea una revolución política si no el mismo mercado aparece claro la necesidad de regular y controlar este poder que nunca debió desbocarse y amenazarnos a todos.
Pero los efectos apenas empiezan porque al subir los intereses por la inseguridad planetaria, los créditos se volverán más escasos y los consumidores aprenderán a comprar con prudencia y entonces las empresas sufrirán de falta de capital y, previsiblemente, reducirán la producción y de la misma manera el numero de trabajadores y trabajadoras.
Las exportaciones se reducirán, el dinero de las inversiones también escaseará y será necesario pensar y revisar las actuales políticas económicas; esto se puede hacer desde el capitalismo, como se hará en noviembre, para que los pobres paguen los costos y para que el dinero público de los estados financien al capital en crisis, se trata del cinismo más desbocado.
Se puede hacer desde los pueblos y desde la desconexión existente en Sur América en donde se construye un nuevo orden político y económico. Esto supone usar al mercado como instrumento, convertir al ser humano en el sujeto, defender a la naturaleza y hacer una economía que cuide la vida y los intereses de la mayoría, en fin una nueva sociedad y nueva vida.
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